En el primer brindis de 2022, cuando el reloj marcaba la medianoche, los que luchan contra la extinción de la Amazonia sabían que era cuestión de tiempo que cayera la primera víctima. Cada brindis por estar vivo estaba envenenado por los que murieron en 2021 y la anticipación de los que aún morirán. ¿Quién caerá? ¿Cuántos serán? ¿Cuál de los frentes de lucha sufrirá el primer ataque? ¿Cómo soportar un año más mortífero que el anterior, cuando desaparecieron más de 10.000 km² de selva, la mayor deforestación en 14 años? Y entonces llegó la noticia. Padre, madre e hija, ambientalistas, habían sido acribillados. Los cuerpos se encontraron el 9 de enero, pero la descomposición indicaba que habían sido ejecutados días antes.
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